Nombre: Berta Angi
Edad: 15 Años
Pais,Cuidad:España, Barcelona
Categoria: Solista
SubCategoria: Drama
Felicidad Eterna
El despertador estaba sonando de nuevo. Apenas podía abrir los ojos, pero tuve suficientes fuerzas como para poder parar el despertador que estaba justo encima de mi cabeza. Me levanté poco a poco, me duché, me arreglé y me vestí. Bajé a desayunar. Saludé a mis padres y a mi hermano y salí de casa dispuesta a pasar por otro nuevo día. Seguir la rutina. Eso comportaba deber pasar por el mismo sitio de siempre, y por lo tanto volver a verle a él. Y así fue. Crucé la valla de mi jardín y le vi allí, parecía que lo hiciera a propósito, todas las mañanas en el mismo sitio, en la misma posición. Todos los días hacía lo mismo, pasaba por su lado, intentado aparentar indiferencia, pero en realidad, me moría por mirarle y por oírle pronunciar tan solo una palabra. Pero tenía claro que no debía hacer eso, lo tenía prohibido, además de que él me ignoraría por completo. Sabía que toda la vida me había odiado, como era lo normal en nuestras condiciones, pero yo no podía evitar quererle con todas mis fuerzas. Conseguí pasar por delante de él y avanzar por la calle sin ponerme a llorar de tanta impotencia.
Sin apenas darme cuenta llegué al colegio y entré en mi clase. Me senté en la mesa como todas las mañanas y esperé paciente a que llegara el profesor. Mientras, iba escribiendo notas en mi cuaderno, notas muy especiales, al menos para mí. Cerré el cuaderno y subí la cabeza, ya que oí que el profesor acababa de entrar en el aula –Que puntual hoy- pensé. Pero me equivoqué, al subir la cabeza le vi a él. ¿Qué hacía allí tan temprano? Él nunca había sido demasiado puntual en el tema de llegar a las clases. Me puse nerviosa y mi libreta cayó al suelo justo en el momento en que él pasaba por el lado de mi pupitre. Los dos miramos a la vez las hojas abiertas en el suelo, y a continuación nos miramos. Esquivé su vista. Él se arrodilló, la cogió y se la quedó mirando –Por favor que no lo lea, por favor…- recé con toda mi alma, pero de poco me sirvió.
Me miró-¿La as escrito tu?- me preguntó. Me quedé helada, me estaba hablando a mí, no podía creerlo. Miré a mi alrededor para asegurarme de que no había nadie más conmigo, pero mi observación fue negativa. Después de más de 10 años, las primeras palabras que me dirigía habían sido esas tan insignificantes para mí. Pero algo, era algo. Asentí tímidamente con la cabeza y le miré extasiada. Él volvió a mirar la libreta –Aún eres realmente buena con esto- dijo sin dejar de leer una y otra vez lo que yo había escrito. Hacía algunos minutos, no podría haberme imaginado nunca, teniendo una conversación con él. Bueno, conversación, si es que podía llamarse así a lo que estábamos teniendo.
- Gra… Gracias-me digné a responder al fin, tartamudeando. El profesor entró en clase, pero yo no le percibí y continué mirando a mi secreto amado.
- Señorito Jonas por favor, siéntese en su pupitre- desperté de mi nube de fantasía. Él me dio la libreta y se sentó en la mesa de detrás de mí, donde se sentaba habitualmente. Durante toda la clase, no pude concentrarme para nada, no paraba de repetir dentro de mi cabeza una y otra vez la pequeña conversación que habíamos mantenido, al terminar me dirigí a mi taquilla a recoger mis cosas. Dejé los libros y cogí mi bolso. Al cerrar la puerta, di un salto. Me llevé la mano al corazón.
- Siento haberte asustado… -me sonrió. Era él de nuevo, y acababa de dedicarme su particular sonrisa que echaba tanto de menos. Pero… ¿Qué estaba pasando de raro esa mañana? –Te he esperado para volver juntos a casa…- dijo un poco tímido. Yo nunca lo había recordado vergonzoso, pero quizás, con los años había cambiado. Me sorprendí mucho por su reacción, pero como es obvio le devolví una sonrisa débil y discreta y empecé a caminar. Durante el primer tramo del camino, nadie se pronunció. Pero en el segundo todo fue a peor –Quería preguntarte algo sobre la canción que he visto antes- señaló la liberta que llevaba yo en la mano. La miré y me desanimé, no quería hablar conmigo, solo estaba interesado en mi canción. –Me preguntaba si…- le interrumpí.
- Si, Joseph, podéis quedárosla si es lo que quieres –me entristecí y avancé más rápido, pero él aceleró el paso al igual que yo y se puso a mi nivel.
- No quiero quedarme tu canción, ¿Tan malo me recuerdas? –me sorprendió con la última pregunta que esperaba que me hiciera. Le miré confundida- tan solo quería saber si tenía ritmo, para si la respuesta era que no, poder ponérsela nosotros –se paró- pero ya veo que no te hace demasiada ilusión, así que mejor lo dejamos… -se dispuso a irse, pero le cogí por el brazo y negué con la cabeza.
Habían pasado dos semanas, todas las noches Joe y yo nos reuníamos en secreto en un bosque no muy cercano a nuestras casas y practicábamos una buena música para la que ya era “Nuestra canción”.
Miré mi reloj, eran las 23:49 de un viernes. Cogí mi bolso y muy cuidadosamente abrí la puerta de mi habitación. De puntillas bajé las escaleras hasta llegar a la planta baja, saqué la cabeza por el comedor y vi a mis padres y a mi hermano viendo la televisión. Era técnicamente imposible salir de casa sin que ellos se dieran cuenta, pero tenía que salir de allí como fuera. Empecé a caminar agachada por detrás del sofá. Solo me quedaban algunos pasos más para llegar a tocar la puerta y salir.
- ¿Dónde vas hermanita? –preguntó mi hermano sin quitar la vista de la televisión haciendo así que mis padres se giraran a mirarme. Cerré fuerte los ojos y poco a poco me levanté.
- Solo estaba buscando un pendiente que he perdido… -le miré enfadada- ¡nada más! –Subí corriendo las escaleras y antes de entrar en mi habitación grité- ¡Mike sube inmediatamente! –di un portazo. En menos de un minuto mi “encantador hermano mayor” ya se encontraba sentado en mi cama- ¿se puede saber que intentas?
- ¿Qué he hecho ahora? –intentó hacerse el ofendido.
- No tiene ninguna gracia Mike –mis ojos se humedecieron- ¿Crees que esto es un juego? ¿De verdad lo crees? –mi tono de voz empezaba a delatar mi estado de ánimo tan agitado- ¡Pues para mi no lo es! Es más importante de lo que puedas imaginarte… le quiero, si ¡le quiero! Y no puedo evitarlo –una lágrima cayó por mi mejilla- aún sabiendo que lo tengo próvido. Es que… ¡lo encuentro tan absurdo! –para mi enorme sorpresa, Mike me abrazó. Me sostuvo entre sus brazos mientras más lágrimas brotaban de mis ojos.
- Aún que no lo creas, se lo que sientes… -dijo él con una voz amarga- ellos también eran como mis hermanos y les echo de menos. Pero tienes que entender que no podemos hacer nada al respecto y que lo mejor es no meterte en líos, porqué si papá y mamá se enteran, solo van a empeorar las cosas –me separé de él y le miré fría.
- No
Después de haber conseguido deshacerme de Mike, me dirigí al lugar que des de hacía un tiempo, se había convertido en un lugar especial para los dos. Él ya me esperaba allí. Joseph tocaba la canción ya terminada, con su guitarra, mientras nos contemplábamos el uno al otro sin tan siquiera parpadear. La canción terminó, nos acercamos poco a poco sin dejar de mirarnos fijamente a los ojos, Joe retiró un mechón de pelo que caía por mi rostro, lo puso delicadamente detrás de mi oreja y subió tiernamente con una mano mi mentón. Podía sentir su respiración como si fuera la mía, podía notar su corazón latiendo rápido al igual que lo hacía el mío, y podía intuir que al igual que yo, en su cabeza no ocurría nada, pero que en su corazón, una explosión acababa de estallar. Los dos nos fundimos en un largo y tierno beso, lleno de años de soledad y deseo.
Al terminar, nos miramos y nos dimos cuenta verdaderamente de lo que acabábamos de hacer. Me levanté aterrada y me fui corriendo del lugar que había sido cómplice de nuestros actos. Esa noche no pude dormir, pero no de remordimientos, sino de felicidad.
A la mañana siguiente, me dirigí al mismo sitio donde se suponía que él iba a estar esperándome, no me lo pensé dos veces a la hora de asistir. Él ya estaba allí, me alegré de comprobar que no se había arrepentido, o eso creía yo en un primer momento.
- No pienses que lo de anoche significó algo –fría y amargamente, mi cabeza y mi corazón intentaron asimilar las crudas palabras que Joe acababa de soltarme nada más verme. Le miré estupefacta- solo nos dejamos llevar por el momento. Pero la verdad es que yo tan solo quería tu canción, nada más. Mis padres tienen razón, tu familia es lo peor y nunca debí volver a acercarme a ti. Solo hacéis mal a la gente –no podía creer lo que estaba oyendo. Durante todo ese tiempo, tan solo había estado fingiendo. No me quería. Todo había estado una farsa.
Mis ojos se llenaron en menos de un segundo, de lágrimas que querían brotar, intenté con todas mis fuerzas poder contenerlas y poder pronunciar alguna palabra, pero fui totalmente incapaz. Salí corriendo de aquel lugar al que no pensaba volver nunca más. Me odiaba, el amor de mi vida, la persona que me había echo experimentar sentimientos que creía no poder sentir nunca, me odiaba con todo su corazón, como lo hacían nuestras familias des de hacía muchas generaciones. La familia Jonas y la familia Stone, algo totalmente incompatible. A pesar de la rivalidad, al ser pequeños, los niños Jonas y yo, nos llevábamos bien. Hasta que nuestros padres, nos prohibieron vernos más. Ahora la historia continuaba, Joe era uno de ellos…
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Mi corazón acababa de morir en el mismo instante de pronunciar esas crudas palabras, al igual que el corazón de la chica a la que más había amado en toda mi vida. Aquella con la que soñaba todas las noches des de hacía más de diez años.
– A mi tampoco me gusta, ella era mi mejor amiga, pero no tenías opción, si mamá o papá se hubieran enterado, no quieras saber cuales hubieran sido las consecuencias, Joe- mi hermano me pasó el brazo por los hombros para intentar animarme, pero por supuesto, no lo consiguió.
Mi móvil sonó, lo abrí con miedo, pero no esperé de ninguna de las maneras leer lo que ahora mis ojos estaban viendo “No creas que siento algo por ti, eres la persona a la que más he odiado en toda mi vida” entonces… ¿ella si había fingido estando conmigo? Ahora si, mi corazón estaba desmenuzado en miles de trozos.
Pasaron algunas semanas, y yo estaba triste, solo y moribundo en mi habitación. Mi hermano entro corriendo, cerró la puerta y me susurró algo. Mi corazón latió muy fuerte, me levanté corriendo de la cama, salí de mi casa y me dirigí tan rápido como pude a aquel lugar.
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Mis padres se habían enterado de lo que había pasado con Joe y habían prometido enviarme a un internado en el Reino Unido. La verdad era que no sabía muy bien como habían llegado esas noticias a sus oídos, pero me imaginaba que Joe se lo había contado solo para fastidiarme. Mi vida estaba rota totalmente. Mi gran amor me odiaba y también pensaba que yo lo hacía. Ya no significaba nada para mí seguir viviendo. Estaba en el lugar donde todo había empezado y donde todo para mí, iba a llegar a su fin. Terminé de escribir esa pequeña carta, la dejé a un lado de mí y bebí sin pensarlo de un pequeño frasco.
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Llegué con la esperanza de que lo que mi hermano me había dicho, fuera incierto. Recordé sus palabras “A comprado un fuerte veneno”. Entré en el lugar donde estaba seguro que debía encontrarse si eso era cierto. La busqué con la mirada. Caí al suelo, a su lado, desconsolado, sosteniéndola entre mis manos mientras la observaba incomprensiblemente. Todo a mí alrededor se veía ralentizado y en blanco y negro.
Me fijé en un papel a su lado, lo cogí entre lágrimas y leí:
Amor, aún que se que tu pasión por mi es tan débil como la de una llama de fuego que apenas puede rebufarse, lo que yo siento por ti cada vez es más grande, tanto que ni mi cabeza ni mi corazón han podido soportarlo y he tenido que enfrentarme a la única solución posible. Sabiendo como se, que me odias, estoy segura de que esto no va a importarte en absoluto, pero necesito decirte que des del primer día en que te vi, me enamoré de ti completamente, y aún entendiendo tu absurdo odio, des de siempre, hacia mi, decidí quererte por como eras y no por el apellido que tenías. Si llegas a leer esto, por favor te pido mi amor, que pares la guerra que nuestras familias empezaron algún día, para que nadie de las próximas generaciones pueda sufrir tanto como yo he llegado a resistir. Ahora por fin, descansaré en paz, sin tener que pensar en que mi gran amor, me odia profundamente.
No pude soportarlo. Me arrodillé incorporado encima del pecho de mi amada. Canté entre lágrimas la canción que ella misma había escrito en la carta que me había dejado, la misma canción que los dos juntos habíamos creado.
Escucho a tu corazón con calma
por él he de vivir
de nuevo me siento resurgir
es su latido el que mantiene mi alma.
Mis noches solitarias le sueñan
le abrazan para sentirme su dueña
espejo de su reflejo me siento
y hace de mis latidos un sueño.
Bello corazón amarrado en sentimientos
libérate del pesar de esas cadenas
quita la mordaza que te desespera
acércate a mi y dime por favor espera
Dos latidos en compás de notas
de melodía serena que permite un resurgir
dejando atrás las muescas de la pena
lucha corazón di que no a esa condena.
Te esperaré en la paz
jurando que no soy tu carcelera
son otros los yugos que a no vivir te condenan
ven a mi sereno, dime por fin lejos queda lo incierto
y que los dos juntos tendremos, nuestra felicidad eterna
Besé sus labios, por última vez, para poder tomar de su misma boca, el veneno que por fin nos uniría en la muerte, y a la vez, en el amor y en la felicidad eterna.