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Valery- 1er Lugar NCA San Valentin

Nombre: Valery Sánchez

 

 

 

Edad: 13 años.

País: Panamá, Panamá

Categoria: Solista

Blog: www.letmetellyou.metroblog.com



INOLVIDABLE

Era 14 de febrero exactamente restando un mes y cuatro días para entrar a la escuela una vez más. La tradición que mis amigas y yo habíamos adoptado el año pasado volvió a suceder, nos reunimos: Jade, Isabel, Katherina, Allison, Roció y yo para pedir nuestros deseos para el año escolar venidero, el noveno año de secundaria.

El día del amor y la amistad nos parecía el mejor momento para hacer esta tradición e incluso, teniendo parejas; íbamos, dejábamos nuestros deseos, los rompíamos y nos íbamos, justo como Katherina e Isabel habían hecho para luego irse a reunir con sus chicos.

Rocío había dicho que Richard podía esperar por ella ya que su cita había sido cambiada para las nueve de la noche y que sus padres no habían planeado nada hasta entonces. Allison dijo que se iría rápido porque ella y su familia irían a comer a Friday’s y Jade y yo, las solteronas, no teníamos nada con nadie.

- Me voy –anunció Allison después de romper su papel y depositarlo en la bolsa plástica de Ziploc. Todas nos despedimos de ella con un beso, un abrazo y una felicitación por el día.

Entonces sólo quedábamos Rocío, Jade y yo para encender la fogata y quemar los papelitos. Todo en mi casa, claro.

- Valery, ¿tienes los fósforos? –me preguntó Jade haciendo un recuento de todas las cosas. La fulminé con la mirada y cuando nuestras miradas se encontraron se fijó en mis manos- ¡Oh! –exclamó. Rocío comenzó a reírse y yo me uní a su risa.

- Las extrañaba demasiado –dijo sonriendo Rocío.

Encendí los fósforos y lo lancé a la pila de leña que habíamos puesto cuando el fuego se intensificó, Jade tiró los papelitos con cuidado de dejar algún retazo fuera y nos tomamos las tres de la mano. Cerramos nuestros ojos y dijimos las palabras mágicas:

- Porque cualquier cosa que deseemos se nos hará realidad. Porque cualquier cosa que queramos la podremos conseguir. Porque nada nos puede detener, porque somos todas unidas siendo una, siendo dos, separadas, unidas o a mil kilómetros de distancia. Nuestra amistad nunca se romperá, nuestros deseos se cumplirán.

Y el teléfono celular de Rocío hizo su melodía ruidosa conjunta con su vibrador. Lo agarró a medias exaltada por tanto movimiento y contestó. Su mamá. Se limitó a acentor, comerse las uñas y dar vueltas en círculos mientras escuchaba la charla de su madre, luego, colgó.

- Adiós –se despidió con un beso en la mejilla de cada una-, mi madre se le ocurrió algo para el día –hizo una mueca-. Las veo en la escuela, un mes nomás –y sonrió feliz antes de comenzar a caminar a la salida de mi casa para irse con su hermano que pocos minutos después apareció de la nada.

La observamos irse hasta que se perdió en la calle diagonal a mi casa yendo a la suya. Luego ambas suspiramos.

- Quedamos nosotras nada más –exclamó Jade.

- ¿Jugo? –pregunté. Ella asintió y luego de apagar el fuego con arena nos fuimos a la cocina.

- ¿Pediste lo de siempre? –preguntó Jade viéndome servir su baso. La miré algo confusa mientras le entregaba el vaso- Ya sabes, Juan –al escuchar aquel nombre mi corazón se exaltó como el motor de un auto encendido, un remolino de emociones me hizo estremecer y una ráfaga de pensamientos cruzó con una velocidad inimaginable por mi cabeza. Jade lo notó, lamentablemente e igual, yo no traté de ocultarlo para nada.

Traté de limpiar lo sucedido de mi cabeza y al terminar de servir mi vaso, cerré el jugo y lo introduje en la refrigeradora.

- ¿Juan Vila? ¿Te has vuelto loca? Igual, si te digo, no se cumplirá–bufé mientras agarraba mi jugo y caminaba hacia la sala, ella me siguió sin problemas. Podía sentir su mirada fulminadora a través de mi espalda y podía ver su ceño fruncido anunciando que yo era una estúpida por mencionar el nombre de mi mejor amigo en una conversación de la que anhelaba perder el hilo lo más antes posible porque lo conocía con todas las curvas y las lágrimas que debía derramar.

Repentinamente las manchas que en mi mente tapaban el rostro del innombrable desaparecieron dando paso a su nombre completo y a la imagen detallada que había tenido de él desde el primer día que lo vi, desde el primer día en el que me enamoré de é, desde el principio de todo.

Juan Antonio Bernal. Décimo año, ahora, yendo a onceavo. Ojos marrones oscuros, cabello negro peinado mitad hacia delante, mitad hacia atrás y arreglado con gel con mechones despeinados que lo hacían ver irresistible, su inimaginablemente hipnotizadora sonrisa con aquellos labios carnosos de ese rosa pálido asombrosamente sensual, su altitud promedio, tan sólo unas doce o menos pulgadas más alto que yo, su… irresistible trasero y más que nada, el sonido de su voz, su dulce voz impactó haciendo eco por todos los ángulos de mi cabeza.

El chico del que estuve enamorada desde décimo, el personaje principal de mis sueños y la persona por la que me conectaba para charlas únicamente en las noches frías de la escuela. Aquel por el que lloré tantas veces y aquel que traté de olvidar y borrar de cada poro de mi cuerpo para poder seguir adelante, lastimosamente, sin éxito.

Jade me fulminó con la mirada.

- Nunca me contaste qué fue lo que los llevó a esa separación tan significativa. Ya sabes nunca más hablaste sobre él o con él… Era extraño –comentó Jade tratando de volver al inició de nuestra conversación cuando nos sentamos en el sillón más grande de mi sala de estar.

Mis padres no estaban, se habían llevado a Ana con ellos y mi hermanito, Valentín, estaba dormido. Gracias a Dios.

Suspiré. Jade era mi confidente y contarle las cosas era inevitable, pero, dolía más recordar a Juan que a cualquier otra persona. Porque él había llegado a serlo todo para mí. Mi aire, mi corazón, mi alma e incluso mi cuerpo. Todo. Absolutamente todo y recuperar aquel “todo” fue difícil de conseguir cuando… cuando me rompió el corazón.

- Sabes que no soy tan exigente, pero es que la duda me tiene… -comenzó a excusarse Jade haciéndome sentir culpable de no contarle nada, pero es que, nadie, ni siquiera mi diario, más que Dios sabía eso- Perdón –pronunció en un parpadeó que me pareció eterno y un pinchazo me penetró por la espalda.

Había estado reprimiendo una historia que alguien debía saber y nadie más que ella era perfecta para conocerla, aconsejarme y que mi alma se liberará de tal dolor, quizás, tal vez, esto me ayudaría a cumplir el deseo de cada reunión, olvidarlo.

- –dije por fin en un suspiró-, el mismo deseo de siempre.

- ¿Ese de…?

- Sí, el mismo –tomé una profunda bocanada de aire y las siguiente palabras me dolieron demasiado, pero al mismo tiempo me liberaron de una forma inexplicable-, olvidar a Juan Antonio Bernal.

Jade trató de mantener su boca cerrada del asombro y yo sonreí al ver su expresión, luego, proseguí.

- ¿Qué nos llevó a la separación? Una persona a la que consideraba mi amiga.

- Patricia –dijo a regañadientes. Me limité a asentirle una sola vez, luego cerré los ojos y dejé que mis labios hablaran por sí solos contando la historia que había significado todo para mí, pero también me había lastimado por completo todo aquello que tenía para luego reconstruirlo con parches, goma y algo de madera; me había robado mi corazón.

- Sí, en parte –admití-, pero también tenemos que contar la parte en la que yo fui su amiga de primero, y ella, a tan sólo unos días, se volvió la suya de una forma más intima que el Messenger o comentarios en Facebook. Ella lo consideraba lindo y él a ella igual, se querían y él no sabía que yo seguía enamorada de él –negué mecánicamente con la cabeza para aclarar mi mente y entonces, mis labios comenzaron a balbucear la historia que esperaba me liberara el alma y pudiese cumplir mi deseo ya, de una vez por todas.

Para eso, comencé desde el principio:

“Nos conocimos por primera vez en su cumpleaños, aunque, yo lo hubiese visto desde antes. Rocío me lo presentó, sólo pude balbucear un –Hola- cuando él estuvo frente a mí y olvidé felicitarlo por su día, me había perdido de una forma absurda en sus ojos y no pude evitar sonrojarme y que mi corazón latiera a mí por hora cuando su sonrisa se dibujó y la mía le correspondió a medias. Nada comparado con aquella que él me había regalado, aquella sonrisa hermosa de encielo.

Ese día le hablé por primera vez en Facebook por un mensaje que nunca obtuvo respuesta, pero creo, espero, que él lo haya leído. Lo felicité.

Pocos días después de hablarle por Facebook conseguí que me diera su correo electrónico y nuestras largas charlas iniciaron. Conocí su nombre completo, fingiendo no saberlo y que me dijera varias cosas personales, digo, todo comienza siendo amigos, ¿no?

Jade estupefacta, y sumergida en mi narración asintió y me hizo señas para seguir. Le sonreí y continué de una vez.

“Después de prácticamente un mes de charlar con él sucedió aquello que temía. Alguien le contó lo que sentía por él, lo que más me dolió fue que dejo de hablarme y yo sufría como una gallina sin pollitos todos los días en que le recordaba. Lo bloqueé en Messenger antes de que él pudiera y me volví loca, esa misma noche, en que lo supo, le escribí que sólo quería se su amiga y por primera vez, me prometí olvidarlo, justo como ahora, sin éxitos.

A la semana, consciente de tener fuerzas para volverle a hablar lo desbloqueé y le hablé. Me contesto, casi instantáneamente. Sonreí para mis adentros. Las charlas largas volvieron y la confianza floreció, supongo que fue eso lo que hizo que todo pareciera más amistad que cualquier cosa, pero a mí me encantaba. Comenzó a atraerme entonces su mejor amigo, Richard, ya sabes, el novio de Rocío quien le había estado gustando desde quinto grado cuando entró a la escuela y quién lo sabía, pero la ignoraba.

No era mi tipo, pero bueno.

Juan, una noche, me preguntó quién me gustaba. Éramos muy buenos amigos, supongo que si él me lo preguntaba yo podía devolverle la pregunta así que le di pistas y él adivinó por si solo.

- ¿Richard?

- Si –le respondí con una cara penosa.

Se quedo en silencio por un buen rato nuestra conversación y luego le pregunté:

- ¿Y a ti?

- ¡Hey! Ya me voy –anunció-, lo sabrás pronto.

- Bien.

- Cuídate, hablamos. Se te quiere.

- Igual.

Y la ventanita del Messenger me avisó que efectivamente se había ido. Me fijé en el reloj, las tres de la mañana. Usualmente terminábamos de hablar a esa hora, luego de comenzar a hablar desde las diez u once de la noche, cuando mis amigos se iban desconectando uno a uno y no quedaba nadie para molestarnos.

Al día siguiente no se conectó. O no recuerdo que lo haya hecho. Patricia me dijo que estaba en una fiesta, nada anormal.

Se conectó el viernes de la próxima semana y al recordarle el tema, casi a último minuto cuando ya se había despedido respondió antes de desconectarse:

- Mira mi Facebook –al entrar allí, en su muro salía su nueva relación. Gabriela Campos, una de las chicas que en la escuela canta de lo mejor, me quede estupefacta aunque ya sabía el rumbo de eso porque él me lo decía.

Richard desapareció de mi mente aquella noche y él comenzó a salir en mis sueños de nuevo, invadiéndome, destruyéndome, enamorándome.

Seguimos hablando y hablando. Le comenzó a gustar Selena Gómez así que le dije que si quería unos posters que yo tenía de ella, porque la odiaba de veras. Me dijo que estaba bien, así que el lunes fuimos.

Para entonces, Ana, Patricia y yo estábamos pendientes de él. Bueno, supuestamente yo no, en realidad, ni siquiera estaba segura de que me gustase, sólo éramos amigos, nada más. Incluso con todos esos sueños junto a él. Sólo amigos.

- A mí también me lo pidió –anunció Patricia cuando llevaba a Ana del codo para la cafetería en el primer recreo y ella le había dicho qué haríamos.

- Vamos las tres, entonces –me alegré de no ser la única que fuera y de tener a dos chicas sin temor a nada como acompañantes, pero lo que me sorprendió ese día fue que ambas perdieron su onda y yo me enojé.

- No, hazlo tú –dijo Patricia mientras se asomaba por la ventana.

- ¿Por qué yo? –se quejó Ana.

- ¿Si no lo hacemos ahora, cómo? –pregunté asomándome por la puerta y notando que estaba solo, solo, solito. Por primera vez. Quizás, ¿esperándonos?

Me había dicho que me esperaría solo para que se los diera ya que le había dicho que el daba pena. ¿Estaría cumpliendo su promesa?

Lo que fuera, era tiempo de hacerlo, justo antes de que volviera con su grupito de chicos lindos y fuese aún peor.

- Yo lo haré –anuncié tomando a Ana del brazo y Ana a Patricia. Las dos asintieron y caminamos dentro- Juan –lo llamé cuando iba directo a su mesa con un paso despreocupado y bastante vano. Mi cuerpo entero y voz temblaban.

Él se volvió y me sonrió, creo. Alzó su brazo y exclamó:

- ¡Hey! ¿Qué xopa? – (una expresión panameña igual a qué onda, pero un poco más estilo urbano. Bastante utilizada en mi país) saludó. Ese saludo de amigos que hacen los chicos, la verdad es que, en ese momento no lo noté porque miraba hacia su pecho para no encararlo y perder mi coraje, balance y mis pies de la tierra, pueda que al verlo pudiese comenzar a volar y me aterraba. En ese momento me di cuenta que me seguía gustando.

Puse los poster en medio de ambos y cuando su mano estaba apunto de encontrarse con la mía se dio cuenta y agarro los posters exclamando algo desconcertado para mí:

- ¡Oh! Gracias.

Suspiré para mis adentros cuando los agarró y miré a Ana y Patricia, valientes para mirarlo, pero cobardes para llamarlo, traté de no estallar en un convulsión de rabia.

- Hola –lo saludó Ana algo penosa, ruborizada y con el corazón a mil por hora.

- Coge –le extendió la mano Patricia, él los agarro y nos repaso a las tres con la mirada, al detenerse frente a mí, la última, volvió a decirnos gracias y Ana dijo por nosotras tres de nada. Caminamos todavía agarradas de la mano cuando íbamos fuera de la cafetería a paso apresurado para alejarnos rápido de su mirada y entonces, frente a nuestro salón, ellas empezaron a gritar emocionadas.

- ¿Cómo es que no lo saludaste? –me preguntó Patricia. Me encogí de hombros.

- Ese saludo es de amigos –interrumpió Ana-, o sea, ¡No! –E hizo una mueca- Nos hubiese saludado a las tres igual y yo no quiero amistad –se ruborizó.

- Pero imagínate tocarle la mano –dijo Patricia aún emocionada. Yo callada, por supuesto.

- Valery, ¿listo? –me preguntó Rocío.

- Sí, sí –le respondí.

- Vamos Ana, allá va Dominik –le señaló Patricia a Ana. Dominik el otro chico que le gustaba desde el año pasado.

Y se la llevó a rastras para dejarnos a Rocío y a mí solas.

El viernes de esa misma semana, Patricia le trajo un dibujo de los Jonas ya que él le había dado uno de los Jonas para molestarnos, digamos que no eran su banda favorita, tú lo sabes ¿no?

Jade comenzó a reírse frenéticamente mientras me hacía señas para continuar y se acomodaba en el sillón. Cogí su vaso vació de jugo y me tomé el resto que me quedaba, volví a la cocina y mientras fregaba continué narrando.

“Bueno, otra vez, tuve que llamarlo yo. Ese día creo que había una actividad o algo y estábamos nosotros afuera y él y noveno también. Pasó frente a nuestro salón y Patricia, con dibujó en mano me llevo afuera.

- Vamos, llámalo –me pidió.

- ¿Por qué yo?

- Porque él habla más contigo que con nadie más –dijo con tono suplicante.

- ¡Juan! –grité. Justo iba llegando al salón cuando me oyó y se giró frenéticamente. Aguante mis ganas de llorar de la risa mientras le hacía señas para que viniera. Él gritó:

- ¡Ya voy!

- ¿Qué dijo? –me preguntó Patricia.

- Que no –le respondí encogiéndome de hombros. Mintiéndole de forma burlona.

Juan saludó a sus amigos y casi corrió hasta nosotras, se sentó al lado de Patricia, ella le dio su dibujo sin decirle nada, el lo vio por un rato y se puso de pie. Iba caminando para ir a su salón, del otro lado del jardín, al que había estado visitando era el de el otro grupo de noveno, cuando le grité.

- ¡Ni las gracias dices! –le reproché.

Él se volteó y con una sonrisa burlona dijo: -Gracias.

Luego siguió su camino.

Un ruido me hizo parar y la voz de Jade hizo eco en mi cabeza. Su celular acababa de sonar. Habló unos minutos y después colgó.

- Tendrás que acortar la historia si no quieres que yo me vuelva loca y odie a mi madre por haberse ganado entradas para el parque de diversiones –me dijo con tono secante.

- No es problema. La acortaré a lo que sucedió el año pasado, eso que hizo que nos desconectáramos, eso que hizo que sintiera que mi mundo se colapsará, claro, hecho sin conversaciones porque deber irte –bromeé.

- Sabes que me encantaría quedarme, pero, las mamás –hizo una mueca y caminó hacia la cocina para oírme mejor- ¡Continúa! –Me pidió- Sólo me quedan quince minutos.

- Suficiente.

“El año siguiente, o sea, 2010, ya estábamos en octavo y yo juraba haberlo olvidado en las vacaciones, pero en el primer día, cuando lo vi, casi muero. Ése día hablamos, y al siguiente y al siguiente.

Hablábamos cosas tontas, pero también cosas que no hablábamos desde hace rato, ya sabes, él me contaba qué le atraía alguien y cosas así por el estilo. Era tierno, todo perfecto, hasta que… bueno. Patricia intervino.

Ella estaba consciente de que él lo era todo para mí y me decía que nada sucedería mientras estuviera con Jorge, pero para mí, todo sucedía incluso cuando ella estaba junto a Jorge. Sus constantes saludos en la escuela, que aunque ella se los pidiera me dolían. Sus fiestas juntos y sus habladurías en los recreos.

Cuando ella llegaba al salón saltando en un pie de la alegría y yo a su lado allí escuchando todo fingiendo estar emocionada por ella cuando realmente mi corazón se partía en dos también eran dolorosos esos momentos.

Tanto que, cuando te pedí que cambiáramos de puesto era para apartarme de ese poco de habladuría y entonces dejé de hablarle para olvidarlo completamente, pero no podía evitar ver en mi Inicio en Facebook su imagen o que su correo me apareciera conectado o verlo todos los días en la cafetería aunque fuera por accidente.

Estuve dispuesta a eliminarlo de Messenger y de Facebook, pero cuando me disponía a hacerlo, me temblaba tanto la mano y todo se veía disparejo por el río de lágrimas que se formaban en la cuenca de mis ojos que decidía apagar la computadora y llorar recostada contra mi cama mientras mi propia mente me engañaba cantándome: “Mi Amor es Pobre” una y otra vez.

Las simples letras me dolían: “Si tu me has visto cerquita del corazón tuyo es porque a tu lado construyo una casita para vivirla mientras poco a poco sufro y me destruyo. Amarte a ti es mi pasatiempo, él tuyo irte como el viento ignorando mis sentimientos mientras yo muriendo, quedo en la nada”.

Y cuando decía: “Ámame por favor, arráncame el corazón” casi le rogaba a Dios que un rayó me partiera a mí para que no sufriera más.

No había nada en este mundo que más deseará en aquel momento que él se fijara en mí y poder decirle lo que sentía como me habían dicho varias de mis amigas, pero, ¿cómo hacerlo sin salir destrozada en el intento por un rechazo que sabía, me partiría más el corazón que a medias iba reconstruyendo?

Y no sólo traté de borrarlo de mi red, sino también hacer que Rocío fuera a comprar con el chichero en vez de ir a la cafetería, como ella había querido desde el principio. Pero aún así, era como si él quisiera matarme porque caminaba por el parque cerca de mi salón cuando no iba a la cafetería.

Era horrible, cada intento, cada cosa, me fastidiaba. Él quería que yo muriera o ¿eran mis alucinaciones tontas? No había otra cosa más dolorosa que verle, y aunque mirara a lo lejos mis ojos, casi por sí solos, lo veían de reojo.

Patricia continuaba hablando de él, yo sonriéndole, seguía diciendo que era lo máximo, pero que sólo eran amigos y que así se quedaría aunque de vez en cuando deseaba estar soltera otra vez y luego… amaba de nuevo a Jorge.

No la comprendía. Sólo sabía que… ella estaba enamorada de Juan y si él consideraba que era bonita que fueran más que amigos, por puro juego, me… es que ni podía pensar qué me pasaría, qué pasaría con quién yo era, con qué yo era. ¡No sabia nada!

O no quería imaginármelo.

Dejé de hablar con él, de usar Facebook a horas en las que sabía él podía estar y comencé a darme a la realidad de que me gustaba. Primero se acepta, luego de trabaja y por último se olvida. Esa era mi idea, y sí la lograría cumplir.

Dejé de moverme de la silla de mi salón de clases y a renegar cada vez que Rocío quería que camináramos. Miraba a otro lado cuando entrabamos a la cafetería y me escondía entre la gente para no tener que ver hacía su mesa por si él estaba allí. Cuando me avisaban que venía miraba a una sola persona y no dejaba de verla mientras hablábamos hasta que me gritaban que por qué no había volteado.

Para finales de año mi plan iba de una forma perfecta hasta que… en la feria, lo vi y quebré en un llanto infernal. ¡Coño! ¿Cuándo? ¿Cuándo algo me saldría bien?

Rehuí a mi mamá lo más que pude y a Patricia para que no me dijera su nombre en ningún momento. Quizás él le había pedido un beso como para el quince años de Daniela o ahora quizás le había dicho que bailaran juntos y su emoción me causaría conmoción.

Yo era una chica fuerte, digo, siempre lo he sido.

Sentí como Jade se acercaba a mí con una toalla en mano y el cálido tacto de su mano en mi cuello. Secaba mis lágrimas, y entonces la abracé.

- No sabes lo mucho que lo quiero, no entiendes lo mucho que él significaba para mí y lo muy doloroso que es saber que él existe y el simple hecho de pensar que puede estar sufriendo me hace llorar porque no puedo hacer nada. Soy una cobarde que no tiene cordura ni fuerzas para hablarle y decirle lo que siento y eso me hace sentir fatal. ¡Es peor que una aguja en el lugar equivocado! Jade… Jade… ¡Lo amo! Es que… no sé. No puedo olvidarlo por más que trate, por más que inventé, por más que finja, por más que haga lo que haga… ¡No puedo! ¡Maldita sea, no puedo!

La mano de Jade comenzó a hacer pequeños círculos en mi espalda tratando de consolarme.

- No, tienes razón no sé. Sólo sé que… no puedes seguir fingiendo que él no existe porque en tu subconsciente sabes que lo quieres. Valery Sánchez –dijo, agarrándome de los hombros y poniéndose en puntitas para quedar a mi altura, unos cinco centímetros más alta que la de ella-, háblale y dile lo que sientes. Quizás él sienta lo mismo –abrí mi boca para reprochar, pero me detuvo-, sé que dices que tienes miedo, pero… como tú siempre dices: ¿Cómo saberlo si no tratas?

Y sus palabras me llegaron a lo más profundo de mi corazón. Sí, siempre lo decía. Aconsejar era más fácil que seguir mis consejos e incluso ayudar a las demás personas se me hacía más fácil que tratar de ayudarme a mí misma.

“¿Cómo es que dejas que alguien sea feliz bajo tu ayuda y no te ayudas a ti misma para cumplir tu felicidad?” –me había preguntado una vez Ana. Quedé sin palabras.

“Dime lo que necesites y te ayudo” –me había dicho Andrea otra vez.

“¿Cómo quieres que sepa lo que piensas si no me lo dices?” –me había preguntado una vez Fabián en uno de sus momentos de enojos porque le daba pistas y él no podía adivinar mi dolor.

“Valery, trátalo para que veas” –me había dicho entre risas Alejandra.

Ayudaba a todos, pero nunca me ayudaba a mí misma y tampoco dejaba que ellos me ayudaban.

“La vida te da sorpresas” –había leído una vez.

¿Era enserio eso de que debía contarle, decirle lo que sentía para liberarme y quizás el sintiera lo mismo? ¿Esto era un sueño o la realidad? ¿Podía yo ser feliz siguiendo los consejos que mis aconsejados me daban?

¿Podía ser que…?

- Ahora debo irme –anunció Jade en tono de tristeza y compasión mientras se secaba las lagrimillas que bordeaban sus ojos-, estoy las veinticuatro horas del día disponible para ti ¿si? –Asentí- Feliz San Valentín –me deseó. Agarró sus cosas y se fue.

Yo terminé de fregar los trastes y me conecté en cuanto ella se fue.

Y allí estaba él. Conectado.

Hice click sobre su Nick y observé su foto por un buen rato.

Seguía igual que la última vez, guapo y elegante. La foto pareció sonreírme. Me estremecí y recordé la última vez que soñé con él, hace seis u siete meses, estábamos agarrados de la mano en una silla del centro comercial mientras tomábamos de un mismo vaso un Frappé de Dulce de Leche. Luego, al terminarlo, nos dimos un lindo y delicioso beso que sentí incluso aunque estuviese dormida.

Suspiré y escribí las palabras que nunca podría pronunciar frente a él.

- Te quiero.

Observé las letras Century Gothic, color morado, resaltada, número 10, por un buen tiempo y luego hice click en enviar.

Lo que fuera que fuese a pasar… iba a pasar y yo me conformaría.

--

No puedo olvidarte, Juan, porque eres inolvidable.

O más bien, es eso lo que para mí concierne.

Te Quiero.


Basado en mi realidad. Con algunos cambios. Pero real.

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